sábado, mayo 15, 2004
...Son las cinco en la mañana y yo no he dormido nada pensando en tu belleza y loco voy a parar...
Estos tres días pasados (desde el martes hasta el viernes) han sido fantásticos, con la chicharrona por aquí, es que no tiene precio... Ahora mismo estoy solo, mis padres se han largado a la boda de una prima de mi madre que se llama Irene, nombre que en mi familia (en la de mi madre más bien) implica el morir con tu himen intacto (bueno, oficialmente), lo que quiere decir que te mueres más solterona que la leche... Ésta, por lo que se ve, ya anuló el maleficio... Esperemos que les dure (la boda, no el maleficio, que no soy tan mala persona)... Cómo véis, no tengo mucho que contar. Bueno, rectifico, sí que tengo cosas que contar, pero es que no tengo ganas de relatar toda esta semana... Así que nada, simplemente hacer una pequeña referencia al último día... Marco físico: Rocío, Cecilia, Mer y Pakuito en la puerta de unos edificios de ladrillos rojos, de viviendas, rodeados de un bonito y frondoso césped. A las 4 y pico de la mañana, pasadas las y media, en mitad de la calle Maese Farfán, en pleno corazón de Nervión... En la calle sólo nosotros, dos gatos peleándose a muerte y un coche estacionado, con los faros encendidos, en cuyo interior una chica le está haciendo un trabajo oral a un hombre (no pude verlos bien, no puedo saber si era una chica de alterne y su cliente o simplemente una pareja de novios "despidiéndose"). El portero de los bloques de pisos sale a decirnos que bajemos un poco el volumen, que estamos hablando demasiado alto. Nosotros, como buenos chicos bajamos el volumen (en serio, lo digo sin ningún tipo de ironía). Pero a los 10 mins o cosa así un proyectil orgánico se dirige irremediablemente hacia nosotros, de forma inesperada. ¿De qué se trataba? Pues de un huevo, que había sido arrojado desde un piso alto, que antes de precipitarse contra el suelo, estallando en millones de pedazos, cual Bomba H, impactó fuertemente en la cadera de nuestra compañera Cecilia. Inmediatamente después, el grupo de personas se dispersa: Rocío y Cecilia se van hacia la verja, donde está el portero electrónico y un tejadillo, donde quedan guarecidas momentáneamente, Pakuito cruza la acera y se coloca cerca del coche de la felicidad y Mer permanece en la misma acera del ataque, ligeramente desplazada. Tras algunos segundos de confusión por parte de todos, Pakuito y Mer corren al encuentro de Rocío y Cecilia, en su escondite. Allí los comentarios jocosos no se hacen esperar (Por favor, puedes tirarnos un poco de mayonesa... Nos falta lechuga... Está un poco crudo, no crees... Venga, échale huevos... Manda huevos la cosa... y otro sinfín de paridas semejantes), no pudiendo parar de reír ninguno de los 4, completamente descojonados, con esa risa floja que entra cuando no puedes reírte a tus anchas... Después de tanta tontería, Mer y Pakuito deciden largarse por patas, evitando así otros posibles proyectiles aún más dañinos... Se despiden todos, y Pakuito y Mer emprenden una larga carrera hasta la esquina con la Avenida Luis Montoto, para poder tomar allí un vehículo que los dejara a cada uno en su hogar. Por el camino, nos damos cuenta de que son las 5 de la mañana y decidimos mandarle un mensaje a las chicas con la frase del título del post, seguida de un beso para cada una y un HUEVAS NOCHES, frase a partir de entonces completamente mítica.
Y después de la crónica de este acontecimiento, me largo, a ver si hago algo...
...Noooo, No es amor. Lo que tú sientes
Se llama obsesión. Una ilusión…en tu pensamiento
Que te hace hacer cosas, así funciona el corazón...