martes, enero 20, 2004
Al día siguiente, de nuevo estaba allí. Supongo que iría vestida de otra forma, pero llevaría la misma carpeta con la que me llamó la atención. Y así día tras día. Supongo que cada vez que la viese asomarse por la parada, iría más contento a clase. Siempre intentaba ponerme cerca de ella en el autobús, para ir sentados bien cerquita y poderme fijar así en ella mejor. Recuerdo que leía, que llevaba un libro para el viaje. Me gusta la gente que lee en el autobús. Aunque sean 15 minutos de viaje, se llevan su librito. Ella siempre se bajaba más tarde que yo. Me figuraba a dónde podría ir. Lo que tenía más sentido es que fuese una chica de letras, que fuese camino del Rectorado, para ir a clase de Historia, o de Derecho... No, derecho no, que hay mucho pijo. Quizá iba camino de Reina Mercedes, o de la facultad de Bellas Artes, pero me gustó a mí esa idea de verla en clase de Filología o de Historia. así que quedó adjudicada...
Pero el curso se acabó y yo seguí yendo a clase, pero por la mañana. No la he vuelto a ver, salvo un día que la vi con un americanito, en plan intercambio. Iban hablando en inglés. Otro punto a favor: le gustan los idiomas. Pero desde entonces no la he vuelto a ver. No sé cómo se llama, ni qué edad tiene y ni siquiera dónde vive... pero sé que toma el autobús por las tardes.
Ahí está pues, mi amor de autobús. Por supuesto hay otros chicos y chicas en los que también me fijo en el autobús, en los que uno repara, y los inspecciona con la mirada, y los evalúa y se queda con ellos en el recuerdo. Pero no sé, con esta chica fue distinto. Quizá fuese el compartir tantas horas de viaje. Me gustaría volverla a ver... Quizá haya cambiado
Y en el momento que vi tu mirada buscando mi cara,
la madrugada del 20 de enero saliendo del tren...